Aceptando su criterio de que el fósil hallado perteneciese a las fauces de algún antepasado de los actuales escualos, y no a algún otro de los numerosos depredadores submarinos o anfibios de aquellos tiempos, hemos realizado un viaje retrospectivo a los lejanos tiempos en que la actual Península Ibérica y, por consiguiente, el emplazamiento de Revilla de Pomar se encontraban sumergidos y poblados por aquellos "animalitos", extinguidos posteriormente, de los que el tiburón es prácticamente el único superviviente que, como especie, apenas ha evolucionado.
En nuestra búsqueda, nos hemos desplazado hasta casi 200 millones de años atrás, cuando, a principios del Jurásico, el súpercontinente Pangea comenzó a fragmentarse en las distintas placas litosféricas de las que procede el mapa que conocemos hoy. En términos globales, la fisura entre el norte de África y Norteamérica, sumada a la expansión del océano Tethys, dio lugar a la abertura del océano Atlántico Norte. Los continentes meridionales comenzaron a girar y a separarse entre sí, aunque Gondwana se separaría más tarde, durante un proceso de unos 25 millones de años.
Así, "poco a poco", nos situamos en el período Cretácico que comenzó hace 146 millones de años y terminó alrededor de hace 65 millones de año, algo menos de 100 millones de años después.
Esta etapa está definida por la extinción de las mayoría de los grandes dinosaurios que hoy conocemos y se estudian a partir de los restos fósiles hallados en diferentes estratos de sedimentación. Una de las pocas especies supervivientes fue la de los tiburones, cuyo antecesor más colosal fue el voraz y temible depredador conocido como megalodonte, con casi 20 metros de tamaño adulto y un peso de unas 50 toneladas.
Con la imagen de la derecha podemos estremecernos contemplando la escalofriante reconstrucción de sus terroríficas mandíbulas. En la imagen que sigue debajo puede apreciarse una significativa comparación del tamaño de las proporciones entre un megalodonte y su más probable descendiente directo que surca nuestras aguas marinas, el gran blanco del presente que popularizó Spielberg en su famosa película, creando una auténtica fobia colectiva a meterse en el agua, hasta en una piscina.
El agudo resto descubierto en el subsuelo kárstico del Páramo de la Lora, junto a Revilla de Pomar, no es el único en su género. Otros dientes similares se ha encontrado en diferentes lugares como el de la foto, procedente del desierto del desierto de Atacama en el norte de Chile.
Para completar la comparación entre el antiguo megalodonte y su descendiente, el actual gigante blanco, sólo hay que reparar en la enorme diferencia de proporciones que nos muestra la siguiente fotografía, entre dos dientes como cuchillas, similares en diseño, aunque pertenecientes, respectivamente, a cada una de las especies mencionadas.
Por último, en las imágenes que siguen, pueden observarse fósiles equivalentes hallados en tierras marroquíes, porque "tiburones" ha habido y habrá en todas partes... algunos con dos piernas e incluso con corbata.
¡Muy interesante el artículo! Impresionante el bicharraco...aunque me dan mucho más miedo los que llevan corbata.
ResponderEliminar¡Gracias y saludos!
En nombre de Gautxori, te agradecemos tu comentario, Marlene, y estamos de acuerdo en que los de dos "patas" son mucho más temibles... con o sin corbata.
ResponderEliminarUn cariñoso saludo.